martes, 29 de abril de 2014

El Ingenioso Hidalgo no muere



Por María del Pilar

Como muchos se habrán enterado el 23 de abril pasado conmemoramos el Día Internacional del Libro. Antes de 1995 esta misma fecha era conocida como el Día del Idioma, pero, desde entonces, la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) decidió cambiar el nombre por el que actualmente conocemos.

Dejando de lado datos mínimos de poca monta hemos de preguntarnos el porqué de tal fecha. ¿Qué sucedió el 23 de abril? Pues bien, ese mismo día, hacia el año 1616, fallecían William Shakespeare, Miguel de Cervantes Saavedra y el Inca Garcilaso de la Vega[1]. En este artículo nos limitaremos a destacar la figura del manco de Lepanto porque es el que, quizás, nos representa más acabadamente. Aunque prometemos escribir, en un futuro próximo, sobre el mayor dramaturgo que dio a luz Inglaterra.

Cervantes es el más grande escritor en lengua castellana, y su obra máxima El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha lo ha elevado y colocado junto a los egregios creadores literarios de todos los tiempos.

Hijo de un modesto barbero-cirujano, de mozo se alista en el ejército a las órdenes de Don Juan de Austria, y participa de la victoria sobre los turcos en la gloriosa batalla naval de Lepanto. En tal ocasión es herido en la mano izquierda, “para la gloria de la diestra”, que le valió el apodo de “el manco de Lepanto”. Los años posteriores son un ir y venir de diversas aventuras sin descanso donde quedó de manifiesto su valor e hidalguía.

Así se describe el mismo Cervantes:

“Este que véis aquí, de rostro aguileño; de cabello castaño; frente lisa y desembarazada; de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro; los bigotes grandes; la boca pequeña; los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño; la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies, éste, digo, que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha”.

Desde su regreso a España hasta su muerte, su vida es una constante lucha contra la miseria, momentos en los que contó con su arma más filosa: la pluma. Es en esos años cuando escribe numerosas obras que lograron alcanzar fama. Sin embargo su escrito más destacado, que lo coronó con laureles e hizo que su figura prevaleciera a través del tiempo, es la novela que habla de las aventuras del bravo Don Quijote de la Mancha y su fiel escudero Sancho Panza.

El caballero de la triste figura tantísimas veces considerado como loco por otros personajes de la obra - teniendo por sabido que loco es aquel que tiene disminuidas las capacidades mentales y, por tanto, se encuentra en cierto grado alejado de la realidad- y es él, ¡precisamente él!, quien se encuentra más cercano a la tierra y a las verdades humanas. Con los pies en el suelo, en el mundo, en la realidad, pero con la mirada hacia lo alto, al cielo, a lo trascendente, con la lanza presta a guerrear contra todo enemigo de la verdad. Miguel de Unamuno dice que es un “enloquecimiento de pura madurez del espíritu”.

Así se nos describe al personaje principal en la presentación de la edición por el IV centenario de la magna obra:

 “Hidalgo cincuentón, embutido en una armadura anacrónica y tan esquelético como su caballo que, acompañado por un campesino basto y gordinflón montado en un asno, que hace las veces de escudero, recorre las llanuras de la Mancha, heladas en invierno y candentes en verano, en busca de aventuras. Lo anima un designio enloquecido: resucitar el tiempo eclipsado siglos atrás (…) de los caballeros andantes, que recorrían el mundo socorriendo a los débiles, desfaciendo tuertos y haciendo reinar una justicia para los seres del común que de otro modo éstos jamás alcanzarían, del que se ha impregnado leyendo las novelas de caballería, a las que él atribuye la veracidad de escrupulosos libros de historia”[2].

¿Qué más humano que ayudar a los débiles, hacer reinar la justicia, honrar a las mujeres, servir lealmente y adorar a Dios? Sí, es una obra escrita en 1605, y no hacía tanto que el mundo estaba repleto de caballeros que respetaban tales principios. Es cierto, pero ¿qué es más actual que esto? ¿o acaso debemos dar por perdido el ideal caballeresco de la vera virtud? De allí la permanencia de esta novela en el tiempo, de allí su constante aplicación a todas las edades, por eso decimos que es un clásico. Porque a pesar de los cambios constantes en las sociedades El Quijote sigue exponiendo las bases para toda vida humana, las virtudes que deben reinar en el hombre y en su nación para lograr un recto obrar. No, sin duda nuestro bien amado Don Quijote, caballero, “más que de hierro, de valor armado” no estaba loco. Y por ello vale recordarlo, al menos, cada 23 de abril.

Importancia y nobleza de esta obra dada por sus enseñanzas y por la presencia del vigor español al que nos asemejamos. Por eso hemos querido rescatar principalmente este libro, porque América es el retoño del tronco español y, como dijera Ramiro de Maeztu, “por eso Don Quijote desembarcó en América y se hizo Martín Fierro. Por eso América sigue hablando, creando, sufriendo y viviendo en español. Con la misma entraña y estilo que España y con esa vena heroica y militante del espíritu hispánico”, porque esta obra se hace extensiva a todas las naciones, a todo hombre para abrazarlo y llevarlo a recto camino.

Cervantes en el prólogo de su escrito dice, dirigiéndose al lector: “sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse.” Y hemos de contestarle que sí, es el libro más hermoso, el más gallardo y el más discreto que podamos imaginarnos. Palabras escritas en castellano, airoso libro el que las porta, y así eleva y ennoblece tal lengua para la eternidad.



Añadimos a continuación un poema, cuya autora, amante de la poesía, pertenece a nuestra patria chica. Y puesto que uno de los objetivos del blog es la difusión de trabajos regionales, hemos decidido publicar por este medio los siguientes versos.

IX

Señor Poderoso, inspira mi pluma

para que yo cante con versos de cielo

aquel heroísmo que inflamó las almas

de los que con glorias, grandiosos murieron.

…………………………………….



Allá en las áridas regiones ibéricas

junto a grandes hombres que de allí nacieron

la cuna de un grande dio origen al héroe

que salvó a la España de enemigo fiero.

Años ya llevaban batallando mucho

contra aquellos moros que invadir quisieron

cuando a un hombre grande, de corazón noble,

el Rey Don Alfonso condena al destierro.

Y las dos espadas no tienen reposo

entre morerías en campo extranjero

y aquel brazo fuerte luchó sin descanso

y ganó Valencia a enemigo fiero.

Señor Don Rodrigo, campeador valiente

para ti mi canto lleno de alborozo

que esta pluma mía te cante por siempre

y que en ello encuentre su grandeza y gozo.



Mas la España grande ya no era la misma,

cambiaron costumbres, entró el extranjero

y ya no importaba la caballería,

ya no era importante armar caballeros.

Y los ideales de aquel mundo antiguo

tuvieron un hombre que los honró presto

que con la cabeza embotada de libros

decidió ganar un gran nombre eterno.

su lanza robusta tuvo un objetivo:

recobrar el mundo de gran heroísmo

y viajó por tierras cazando gigantes

como ya ocurría tan sólo en los libros.

Tu fama y tu nombre vivirán por siempre,

noble caballero de armadura vieja,

Quijote, que fuiste hombre soñador

y diste tu vida por la causa buena.



Y aquel heroísmo venido de España

tuvo su semilla en ésta, la América,

que a manos de héroes y de grandes santos

creció y se hizo grande en esta tierra.

Y un gran hombre vivió en esta llanura

perseguido por penas y tormentos

que mostró su heroísmo con bravura

cuando enemigos buscaban verlo muerto.

Martín Fierro, paladín de nuestras Pampas,

te canto hoy, y siempre habré de hacerlo

te honro con grandes alabanzas

porque muestras el ser de nuestro suelo.



A Dios, rey de los Cielos, pido siempre

que pueble siempre este sagrado suelo

con hombres de grandeza y de bravura

que engrandezcan su nombre y su recuerdo.

Te pido, Señor, que nos inflames

a los hijos del argentino suelo

de heroísmo grandioso, y que nos lleves

con la Patria que nos diste hasta tu Cielo.



Verónica Ale





[1] Podrán encontrar alguna afirmación como esta: “la muerte de Shakespeare coincidió con la fecha, 23 de abril, tenida popularmente por la de la muerte de Miguel de Cervantes. Sin embargo, en realidad Cervantes, aunque fue sepultado el 23 de abril, había fallecido el día anterior. Por otro lado, tampoco la muerte de Shakespeare y el entierro de Cervantes tuvieron lugar el mismo día. El motivo es la diferencia de calendarios usados: la fecha de la muerte de Shakespeare se refiere al calendario juliano, vigente por entonces en Inglaterra, en tanto que en los países católicos, como España, ya había entrado en vigor el calendario gregoriano. En realidad, la muerte de Shakespeare tuvo lugar varios días después de la de Cervantes (dependiendo de los autores, se fecha en el 3 o en el 4 de mayo del calendario gregoriano)”. En este artículo no vamos a entrar en detalles, de comprobar la veracidad de esto o si existe alguna equivocación. Lo cierto es que el 23 de abril se recuerda a ambos escritores y que es correcto tener en consideración la fecha por la importancia y riqueza de la pluma de tan grandes literatos.


[2] Cervantes Saavedra, Miguel (2004) Don Quijote de la Mancha. Edición del IV centenario, pág. 13.

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