miércoles, 8 de octubre de 2014

¿Qué es el tiempo? Dos reflexiones sobre esta carga de los hombres




"Persistencia de la Memoria" - Salvador Dalí
Tiempo



Por María del Pilar



Su mano joven y hermosa, sin rastros todavía del paso del tiempo, del correr de los años, del trabajo que consume, de la sequedad del cuerpo; se posó, trémula, sobre la de su padre. Temblaba esta ante lo incierto y desconocido. El noble varón de quien fuera retoño, agonizaba.

Al cerrar los ojos, recorrió en un instante toda su vida. Y en esas imágenes que pasaban sin descanso y con rapidez, vio a este mismo hombre acompañándolo…  siempre. Lo vislumbraba alto, regio, fuerte, gallardo, soberbio. Un ejemplo de hidalgo. Un ejemplo… para él.



Pero ahora, allí estaba. Tendido sobre la cama como un niño indefenso. Vencido su cuerpo. Desgastada su alma. Todo ese arrojo varonil que lo caracterizara antaño, lo había abandonado. Con los ojos cerrados, la respiración fatigosa, parecía querer descansar de una vez y para siempre. Dejar todo aquello que lo hizo feliz para gozar aún más.

En ese momento recordó el decir del poeta: “cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando…” Tan callando… sigilosa, silenciosa, sospechosa, secreta. ¿En qué momento su recio padre precisó de un bastón para poder caminar? Y, sí. El tiempo pasa y esa amiga cautelosa, que está siempre vigilando, llega oculta y sin avisar. Tan callando.

Estas ideas se agolparon en su mente y, deseando una palabra, una mirada siquiera, se acercó más a quien le había permitido ser. Sus labios se aproximaron al oído de aquel, pero las palabras se negaron a salir. El corazón le latía violentamente, sin embargo su boca estaba sellada. Un corazón, un alma que no se puede expresar ¡triste cosa será! Hasta que la primera palabra, limpia, pura y con ecos de eternidad, le salió como una explosión: -¡Padre!- y tuvo que detenerse para recobrar el aliento perdido. Nuevamente sus labios se turbaron, pero la necesidad de conseguir una respuesta clara se antepuso al temor y prosiguió -¿No sientes bajo tus pies la voz de la sepultura?-.

Los ojos del anciano se abrieron. Los párpados levantados permitieron dejar ver esos ojos calmosos que trasparentaban una serenidad infinita. Ojos que sonreían. Esa misma mirada franca que a tantos inspirara respeto y admiración. Esos ojos fuertes que nunca se rindieron, en este momento dejaban caer una lágrima pesada. Una sola, que no pudieron contener.

Y ante la pregunta que le hiciera su hijo, ¡su amado hijo!, haciendo un esfuerzo heroico para sobreponerse a esa enfermedad que le mataba, respondió casi sin voz, por la emoción, pero sonriendo -Sí, hijo, y quiero ir a ella-.

La sonrisa, triunfante ante la muerte, que define a los hombres de fierro, se fue apagando lentamente, sin ruido pero con gloria; pues aún, flaco y débil, venció… en la última batalla.



Escultura de Cronos, dios del tiempo - Cementerio de la Recoleta


Tiempo



Por María Magdalena




Triste condena de la humanidad caída.

Doloroso castigo del hombre profano.

Grilletes de hierro que apresas la historia.

¡Oh, fúnebre humo, del mundo santuario!



Contradicción infinita de lo eterno.

Negación de lo vivo y lo sagrado.

Hiriente dardo que acosas al artista.

Niebla espesa y densa que ciegas al sabio.



Ocultas con tu velo las esencias claras,

tapas con tu celo lo Bello y lo Sacro,

limitas al hombre de cosas preciosas;

mas te merecemos, pues fuimos ingratos.



Oh tiempo que envuelves toda nuestra vida

con tu oscuro paño de sangre y de engaño

que nos subes a tu lomo que castiga

y conduces a la tumba a tu rebaño.



Libre mi lengua el Dios de la Vida

de maldecir tu existencia, oh tiempo amargo,

que por más que tu salas las heridas,

y que con hiel consuelas nuestro llanto;

por ti entró el Sol en nuestra vida,

y por ti recibimos la sangre del Santo,

que por ti está mi suerte redimida,

y después de ti gozaré ya sin ocaso.


1 comentario:

  1. Dios nos conceda morir así, en la tranquilidad del deber cumplido y en la paz del amor de Dios.

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